Los bimbaches, aborígenes de El Hierro, veneraban en el siglo XV un árbol sagrado gigante al que llamaban Garoé. Este árbol, probablemente un tilo, era capaz de destilar el agua de los omnipresentes vientos alisios mediante la condensación, creando así depósitos de agua que significaron la vida para los primeros habitantes de la isla.

 

Muchos siglos después, la central hidroeólica de Gorona del Viento aspira a conseguir la sostenibilidad de la isla utilizando la misma simbiosis del viento y el agua. El Hierro, reserva de la biosfera de la UNESCO, atrajo la atención mundial en 2016 cuando se convirtió en cien por cien autosuficiente y verde durante un corto periodo de tiempo, utilizando solo energía renovable. En febrero de 2018 ese periodo creció a 18 días consecutivos, y el 47% de la electricidad consumida en la isla en 2017 fue limpia. El objetivo es llegar al 100%. La esencia de la isla, el viento y el agua, son la base de su revolucionario sistema para generar electricidad, pionero en el mundo, con una combinación de parque eólico y central hidroeléctrica.

 

Además, esta iniciativa ha desencadenado un círculo virtuoso, ya que los ciudadanos y los políticos de El Hierro quieren convertir su isla en la más verde del mundo. Por ejemplo, quieren que pronto todos los vehículos sean eléctricos, están impulsando el uso de la energía solar y experimentando con la energía de las olas, y están tratando de conseguir residuos cero y productos cien por cien ecológicos en la isla.

 

El Hierro se ha convertido en un referente mundial en sostenibilidad; un gigantesco laboratorio al aire libre donde se prueban tecnologías verdes e iniciativas medioambientales, un modelo e inspiración para el futuro y un sueño de lo que podría lograrse a nivel mundial si estas iniciativas se desarrollaran a escala global.